"Un hombre en situación de calle falleció al incendiarse la cabina en desuso del tren Sarmiento en la que dormía, ubicada en una zona subterránea de maniobras de la estación Miserere. El hecho ocurrió anoche y hasta la madrugada fueron suspendidos los servicios de ese ferrocarril y del subte A. La víctima fue retirada del lugar alrededor de las 3 de la madrugada y fue llevada a la morgue judicial. Las causas del incendio aún no fueron determinadas y son investigadas por el Juzgado Federal 5, secretaría 9."
Hasta acá la noticia, cansina y burocráticamente presentada, incluso por un diario progre, con aburrida indolencia. Dicen que las causas del incendio serán investigadas. Entonces imagino a unos cuantos funcionarios, peritos y curiosos mirándolo todo, como si entendieran, como preguntándose dónde empezó la desgracia, cómo fue que vino un fuego feroz e inmisericorde a arrancarle la vida a un ser humano. ¡A un indigente! Porque así llaman a las almas baldías. A los que carecen de todo. A los que no tienen ni siquiera un lugar donde caerse muertos. Porque en el capitalismo donde todo se compra y todo se vende quedan absolutamente fuera, expulsados, echados, arrojados a la intemperie material y social, golpeados, violados en su dignidad y respeto, aquellos que no tienern nada para comprar ni nada para vender. Ni siquiera una miserable fuerza de trabajo para chuparle la plusvalía como vampiros golosos y angurrientos. Sus inútiles vidas no valen una mierda.
Se preguntarán de qué murió ¿De qué va a morir? De capitalismo, de eso murió.
5 de septiembre de 2017.
1 sept 2017
66
Deduje que el Comet 4 y aquellos irresistibles sueños de volar podían ser una fabulosa y terrible parábola de nuestra generación diezmada, al decir de Néstor.
Disculpen la tristeza, pero siempre dije que si tuviera la mágica oportunidad de volver a nacer, no haría como dicen los jactanciosos que se regodean con la respuesta típica "haría lo mismo que hice". Yo haría todo, pero todo, todito, totalmente distinto, sin dudarlo un instante. Por empezar no hubiera ganado aquellla maldita carrera de espermatozoides que me trajo a la vida... no lo tomen en serio, es un chiste estúpido que siempre regresa en esta fecha. Porque hoy hace exactamente 66 años que vine al mundo a los ocho meses bajo la luz de Virgo, durante una espeluznante tormenta de Santa Rosa. Como Marcial, el de Cafetín de Buenos Aires, aún creo, aún espero. Aunque esté jubilado y en camino, eso sí, desganado y sin apuro, al cementerio de elefantes. Tal vez como Marcial aún creo y espero porque hay seres que merecen amor, porque hay libros para descubrir, películas para ver, semillas preñadas de colores que esperan florecer para alabar el maravilloso prodigio de vivir. Pero, lástima, ningún venturoso comecuatro dibuja una estela en un cielo profundamente azul, ni despierta ardorosos sueños de volar, en un país de cielos grises donde reinan y bailan muy orondos ceos, ricachones egoístas, gatos dañinos y mucha, muchísima gente de mierda. Por ahora.
Y Santiago Maldonado sin aparecer.
1 de septiembre (con p) de 2017.
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